Los Sanfermines se ofrecen al visitante como unas fiestas abiertas y hospitalarias, donde cualquier extravagancia es bien recibida y pronto se convierte en costumbre si cuenta con el respeto que se debe a los demás. Los Sanfermines son unas fiestas en las que nadie es forastero, toda la gente se iguala por arriba, y en ellas no se interrumpe nunca el pulso festivo que tiene como protagonista al pueblo de Pamplona en su sentido más amplio: toda la gente que se encuentra en la ciudad durante las siempre cortas 204 horas de jolgorio, de bailes, de oraciones y de libaciones.
No se puede olvidar que los Sanfermines son unas fiestas de origen religioso y que este carácter pervive aún en manifestaciones tan multitudinarias como la procesión de la mañana del día 7. Pero el culto religioso se combina perfectamente con el culto al toro -un animal totémico- y con el culto báquico al vino -una bebida no menos totémica-. Los Sanfermines, en fin, son una fiesta total, absoluta, radical, protagonizada fundamentalmente por los pamploneses, pero en la que los de fuera se sienten enseguida como en su propia casa -aquí no vale ser mero espectador-, ya que Pamplona se convierte durante nueve días en la capital mundial de la alegría. (Textos web de turismo del Gobierno de Navarra).
Posiblemente el verdadero protagonista de los sanfermines es el toro. Protagoniza casi todos los aspectos de la fiesta y alrededor de el van añadiéndose diferentes actos oficiales o personales que lo hacen imprescindible.
Antes de sanfermines los toros permanecen en los corrales del Gas en la Rochapea. Agrupados por ganaderías, esperan al encierrillo, un acto que se celebra por la noche y que traslada a la manada corriendo por la calle desde estos corrales hasta los corrales de Santo Domingo, donde a las ocho de la mañana del día siguiente protagonizan el encierro.
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